Compañeros.
>> sábado, 24 de julio de 2010
Mi compañero más constante fue siempre el papel. Sobre él podía verter mis lágrimas, compartir mis alegrías o desarrollar una idea... Siempre estuvo allí, esperando, brindándome ese hombro imaginario sobre el cual yo podía llorar o reír, escuchándome con su infinita paciencia, sin reproches, sin críticas sin consejos, sólo con esa desinteresada forma de mirarme en blanco para luego llenarse de todas mis vicisitudes, de las que invariablemente me sentía después más tranquila, haciéndome ver con su solicitud mis errores o aciertos.
No obstante este fiel amigo llegó a transformarse en un segundo plano al ser substituido por otro más real, sin ser menos sincero... Sí, me dejó un día lejano cuando la amistad llamó a la puerta y al abrir, me encontré con unas pupilas risueñas que me sonreían, diciéndome simplemente:
"Hola..."
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